POR SER UNA TEMÁTICA DE PALPITANTE ACTUALIDAD, REPRODUCIMOS UN EDITORIAL DEL PERIÓDICO "EL INFORMADOR" DE LA CIUDAD DE SANTA MARTA.
Hace un eco pasivo en la comunidad del municipio de Riohacha, de los demás municipios y del departamento de La Guajira, la forma como se desarrolla el presente cuatrenio de los mandatarios de turno.
Llama poderosamente la atención que en la mayoría de los entes territoriales las decisiones colectivas en los organismos colectivos y deliberantes (Concejos municipales y Asamblea departamental) se toman en forma unánime sin proponer debates que enriquezca el camino para adoptar la mejor decisión en procura de darle la más acertada aplicación a los escasos recursos con que contamos que en boca de muchos son innumerables como para tener una mejor suerte en la solución de las necesidades básicas insatisfechas.
No se necesita hacer un gran esfuerzo para recordar que al inicio de las presentes administraciones la elección de personeros municipales y la de Contralor Departamental prendió las alarmas a quienes desprevenidamente observamos el trasegar de la cosa pública; de allí en adelante y hasta la presente los mandatarios han gozado de las famosas facultades para llevar la administración por el sendero que el mandatario decida, pero eso en el fondo no es malo, lo que en nuestro criterio es lesivo para la comunidad es no hacer el control político que amerita a ese mandato que a través de las facultades los órganos colectivos y deliberantes del orden municipal y departamental otorgan a los mandatarios.
Podríamos atrevernos a pensar que la confianza que les tienen estos órganos colectivos a los administradores es tan amplia que asumen que éstos tienen la obligación de cumplirle a la comunidad, pero así mismo ellos tienen un compromiso para con quienes los elegimos.
Hacer control político no es estar en contra de la administración, sino asegurarse que quien está obligado a cumplir con determinada función lo haga en el tiempo y forma que su manual de funciones se lo indique, tampoco pretendemos que se forme un muro entre éstos y la administración por cuanto la dinámica misma de la función pública impone la armonización de las acciones.
Convencido que definitivamente no hay control político, a través de este escrito me surge el interrogante de si hay en la ciudad, en los demás municipios y en el Departamento en general quién ejerza control social desde la familia, los gremios, la prensa, las universidades, la iglesia, las escuelas, etc.
Y si existe ciudadanía y en qué forma se ejerce, porque a la luz de los hechos dudo que eso esté sucediendo y ello permite que los gobernantes crean que las cosas están bien.
Con todo esto recuerdo un pasaje del libro del autor italiano Ferrero, Guglielmo, Poder los genios invisibles de la ciudad, segunda edición, Madrid, Tecnos, 1998. Cuya traducción la hiciera nuestro profesor en los estudios de maestría que estamos a punto de culminar, doctor Eloy García, en la cual el autor hace la siguiente reflexión:
“La ciudadanía es irrenunciable: nadie puede dejar de ser ciudadano sin renunciar a ser hombre. No existen derechos del individuo sin garantía previa de que el orden que los protege es patrimonio de los ciudadanos.
La libertad política y la solidaridad colectiva son presupuestos del goce individual y no sus instrumentos. No es posible distinguir el Estado de la sociedad, como tampoco lo es discernir entre ciudadano y gobernante”.
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